domingo, 31 de julio de 2016

Cartas a mi Padre.

1. PASADO.
Un viejo recuerdo que aflora a mi mente: una pandilla de crios paseando su estupidez por la Calle Marín en el Vigo de los años 80 sin importarles nada, sin conciencia de nada.
De pronto, a plena luz del día, los lobos aparecen con colmillos afilados, con hocicos alegres que olfatean la sangre de una presa fácil.
Yo estaba allí, yo los vi venir y mis nervios presentían el desastre.
Eran más grandes, más fuertes, más locos y albergaban aquel veneno que se llevó a mucha gente a una zona de desolación.
Exigían dinero o sangre.
De repente, el amo de la manada reparó en mí y, haciendo un gesto que paralizó el tiempo, dijo, con un salvaje acento que nunca he podido olvidar: Tú eres el hijo de Don Miguel, ¿verdad? Venga, vámonos, pasad de ellos. Y os digo una cosa, al que le toque un pelo a este chaval le reviento la cabeza, ¿está claro?
Y se perdieron, desaparecieron entre las reverberaciones del calor que se elevaba del asfalto de aquellos veranos en los que nuestra inocencia se difuminaba paso a paso.
Más tarde crecí un poco más y adopté el aspecto y el sentir de aquella llamada tribu urbana del heavy metal. Y siempre, siempre que conocía a otro habitante salvaje de Coia sentía el respeto en sus palabras, entre litronas y humo de hachis, al hablar de mi padre.
Kiko Veneno escribió una canción que se titulaba Superhéroes de Barrio, pero, claro, él no conoce a mi padre. Por lo tanto no tiene ni puta idea de lo que significa que un yonki descerebrado o un tipo gigantesco recién salido de la cárcel le ponga un Don antes del nombre al hablar de alguien que nunca ha sido un mafioso sino la persona con el corazón más grande que ha pisado este puto planeta.
Simplemente me da la gana de decir que, si de algo me puedo sentir orgulloso, es sentir su sangre navegando por mis venas. Esa raíz me acompaña y me protege.
Hace breves horas vi a mi hermana manipulando el mando de la televisión mientras buscaba el partido de la Eurocopa, y él le decía: a ver, ¿ya está o qué?
A los Piñeiro nos pierde nuestra falta de paciencia.

[7/7/2016]

2. ADIOS.
Y ahora me pregunto: ¿Qué vamos a hacer sin el faro que iluminaba el camino entre las tormentas? ¿Qué haremos sin nuestro guía y dios de esta pequeña y perfecta religión?
Una de sus últimas frases, antes de pedir que le llevaran a urgencias (cosa rara en él y eso significó un quiebro, una premonición) fue, al subir al coche de mi hermano Natxo, desinflándose tras cumplir con sus obligaciones como tesorero de la fiestas de Coia: ya está, se acabó...
No tienes ni puta idea de cuanto te voy a echar de menos, papi. Tú que siempre apostaste por mí y yo sólo te aporte caos.y tan sólo algunas sonrisas en los últimos años.
Ojalá este desastre logre que me convierta en una persona mejor.
Todo, todo es un puto aprendizaje teñido de sangre.
Y quiero dar las gracias a l@s que nos habéis abrazado y nos habéis tendido un brazo de salvación entre las espinas de estos incomprensibles días.
Y también escupir en la cara a esos representantes de la iglesia que pretendieron hacer un negocio con un ser único que creía en ellos (si alguna duda me quedaba sobre las religiones en general, se ha desintegrado en mil fragmentos).
Ahora hay que seguir caminando con la cabeza alta y arrastrando esa inmensa cicatriz.
Allá donde estés, Don Miguel, espero que seas feliz pues siempre fuiste un rio.
(Putas lágrimas que me hacen tardar un siglo en escribir esta mierda)
Creo que esta es la canción perfecta para tí, father. Tú me has perdonado y yo siempre te he querido.
Ojalá llegue un día en el que me pueda sentir, al menos, la mitad de hombre de lo que fuiste tú

[13/7/2016]

3. DUELO.
Yo nunca he tenido mucho olfato, pero los olores han cambiado, es innegable. Los sabores se han transformado en algo distinto.
Hay veces en que me gustaría partirle la cara a alguien a pesar de la creencia en mi talante amigable; esa antigua actitud de abrazar que se pierde.
Vivo mi día a día con un impulso tan agresivo que no me reconozco, y me duele. Mi poca paciencia se ha diluido como vapor.
Tengo un ángel de alas blancas a mi lado que soporta mis momentos de furia y su piel se llena de heridas al sujetar mis cuchillos. Y no creo que sea justo, no lo creo.
Se supone que todo esto forma parte del duelo. Vamos, es lo que dicen los expertos.
Esta noche me he pegado una pateada super acelerada de media hora y nisiquiera sé si me vino bien o mal.
Hace un par de días me sumergí en el mar y, al llegar a la orilla, no pude contener las lágrimas.
Hay algo que me quema por dentro.
Demasiadas cosas repartidas en la distancia oblicua que hay del cerebro a las tripas.
Creo que podré con ello... Es cuestión de respirar a fondo y de seguir caminando.


4. FUTURO.
Su energía está en mí y huele a madreselva.