1. PASADO.
Un viejo recuerdo que aflora a mi mente: una pandilla de crios paseando
su estupidez por la Calle Marín en el Vigo de los años 80 sin importarles nada, sin
conciencia de nada.
De pronto, a plena luz del día, los lobos
aparecen con colmillos afilados, con hocicos alegres que olfatean la
sangre de una presa fácil.
Yo estaba allí, yo los vi venir y mis nervios presentían el desastre.
Eran más grandes, más fuertes, más locos y albergaban aquel veneno que se llevó a mucha gente a una zona de desolación.
Exigían dinero o sangre.
De repente, el amo de la manada reparó en mí y, haciendo un gesto que
paralizó el tiempo, dijo, con un salvaje acento que nunca he podido
olvidar: Tú eres el hijo de Don Miguel, ¿verdad? Venga, vámonos, pasad
de ellos. Y os digo una cosa, al que le toque un pelo a este chaval le
reviento la cabeza, ¿está claro?
Y se perdieron, desaparecieron
entre las reverberaciones del calor que se elevaba del asfalto de
aquellos veranos en los que nuestra inocencia se difuminaba paso a paso.
Más tarde crecí un poco más y adopté el aspecto y el sentir de aquella
llamada tribu urbana del heavy metal. Y siempre, siempre que conocía a
otro habitante salvaje de Coia sentía el respeto en sus palabras, entre
litronas y humo de hachis, al hablar de mi padre.
Kiko Veneno
escribió una canción que se titulaba Superhéroes de Barrio, pero, claro,
él no conoce a mi padre. Por lo tanto no tiene ni puta idea de lo que
significa que un yonki descerebrado o un tipo gigantesco recién salido
de la cárcel le ponga un Don antes del nombre al hablar de alguien que
nunca ha sido un mafioso sino la persona con el corazón más grande que
ha pisado este puto planeta.
Simplemente me da la gana de decir que,
si de algo me puedo sentir orgulloso, es sentir su sangre navegando por
mis venas. Esa raíz me acompaña y me protege.
Hace breves horas vi a
mi hermana manipulando el mando de la televisión mientras buscaba el
partido de la Eurocopa, y él le decía: a ver, ¿ya está o qué?
A los Piñeiro nos pierde nuestra falta de paciencia.
[7/7/2016]
2. ADIOS.
Y ahora me pregunto: ¿Qué vamos a hacer sin el faro que iluminaba el
camino entre las tormentas? ¿Qué haremos sin nuestro guía y dios de esta
pequeña y perfecta religión?
Una de sus últimas frases, antes de
pedir que le llevaran a urgencias (cosa rara en él y eso significó un
quiebro, una premonición) fue, al subir al coche de mi hermano Natxo,
desinflándose tras cumplir con sus obligaciones como tesorero de la
fiestas de Coia: ya está, se acabó...
No tienes ni puta idea de cuanto
te voy a echar de menos, papi. Tú que siempre apostaste por mí y yo
sólo te aporte caos.y tan sólo algunas sonrisas en los últimos años.
Ojalá este desastre logre que me convierta en una persona mejor.
Todo, todo es un puto aprendizaje teñido de sangre.
Y quiero dar las gracias a l@s que nos habéis abrazado y nos
habéis tendido un brazo de salvación entre las espinas de estos
incomprensibles días.
Y también escupir en la cara a esos
representantes de la iglesia que pretendieron hacer un negocio con un
ser único que creía en ellos (si alguna duda me quedaba sobre las
religiones en general, se ha desintegrado en mil fragmentos).
Ahora hay que seguir caminando con la cabeza alta y arrastrando esa inmensa cicatriz.
Allá donde estés, Don Miguel, espero que seas feliz pues siempre fuiste un rio.
(Putas lágrimas que me hacen tardar un siglo en escribir esta mierda)
Creo que esta es la canción perfecta para tí, father. Tú me has perdonado y yo siempre te he querido.
Ojalá llegue un día en el que me pueda sentir, al menos, la mitad de hombre de lo que fuiste tú
[13/7/2016]
3. DUELO.
Yo nunca he tenido mucho olfato, pero los olores han cambiado, es innegable. Los sabores se han transformado en algo distinto.
Hay veces en que me gustaría partirle la cara a alguien a pesar de la
creencia en mi talante amigable; esa antigua actitud de abrazar que se
pierde.
Vivo mi día a día con un impulso tan agresivo que no me reconozco, y me duele. Mi poca paciencia se ha diluido como vapor.
Tengo un ángel de alas blancas a mi lado que soporta mis momentos de furia y su piel se llena de heridas al sujetar mis cuchillos. Y no creo que sea justo, no lo creo.
Se supone que todo esto forma parte del duelo. Vamos, es lo que dicen los expertos.
Esta noche me he pegado una pateada super acelerada de media hora y nisiquiera sé si me vino bien o mal.
Hace un par de días me sumergí en el mar y, al llegar a la orilla, no pude contener las lágrimas.
Hay algo que me quema por dentro.
Demasiadas cosas repartidas en la distancia oblicua que hay del cerebro a las tripas.
Creo que podré con ello... Es cuestión de respirar a fondo y de seguir caminando.
4. FUTURO.
Su energía está en mí y huele a madreselva.