Recuerdo cuando trepaba a árboles que semejaban gigantes inalcanzables que había que derrotar.
Recuerdo el asombro de ver desplazarse las nubes a una velocidad que casi provocaba el vértigo, encaramado a esas ramas que eran como los huesos de la tierra.
Recuerdo escuchar música sobre un tejado de hormigón, que protegía a los animales de la intemperie, mientras comíamos higos que crecían al alcance de las manos.
Recuerdo los saltos y las risas en la cima de un inmenso palleiro que parecía arder bajo el sol del verano.
Recuerdo aquellos campos detrás de la casa de mis padres donde los chavales nos juntábamos para jugar al fútbol o montar inmensas batallas campales.
Recuerdo pisar las uvas con los pies descalzos y sentir como una canción en la piel.
Recuerdo rodar "a rebolos" sobre la hierba y dejar la ropa echa un cristo por el verdín.
Correr a través de los campos de maíz que nos parecían inmensos laberintos.
Asombrarse con la explosión violenta de todas aquellas golondrinas que poblaban cada centímetro de cielo en los veranos eternos.
Estremecerse ante los vuelos de los murciélagos que casi rozaban la piel, al caer la noche, mientras nuestras madres nos llamaban a voces para volver a casa.
Y recuerdo a muchos niños. Algunos han crecido y siguen formando parte de mi vida. Otros se han desvanecido entre la niebla de los años. Primos, vecinos, rodillas llenas de costras por las heridas del caer y volverse a levantar con una sonrisa...
Y recuerdo, sobre todo, a mis hermanos: El Chacho, El Gnomo, La Ana...
Ojalá la vida me de muchos años para veros reír y que tengáis bien claro que siempre voy a estar cerca.
Hay gente que vive y otra que dormita pensando que vive... Nosotros somos un rio.
[17/8/2015]