viernes, 18 de diciembre de 2015

Trillium [Guión & Dibujo: Jeff Lemire][2013/2014]

Año 1921: William, ex-combatiente de la 1ª Guerra Mundial, vive torturado por sus recuerdos de trincheras sembradas de sangre.
Cierto día, su vida da un vuelco tras asistir a una exposición de objetos arcaicos provenientes de un recóndito lugar situado en la selva del Amazonas y, completamente obsesionado por algo que no puede explicar, emprende la búsqueda, acompañado por su hermano Clayton, de un templo que, según cuentan las leyendas, oculta el secreto de la vida eterna.
Año 3797: La humanidad, que hace mucho tiempo que abandonó la Tierra, está al borde de su extinción acosada por un virus inteligente que se adapta a cualquier medio, denominado Caul. Una nave ha llegado al planeta Atabithi donde sus habitantes cultivan una flor llamada Trillium que puede combatir el virus. Nika, una científica humana, está tratando de comunicarse con los atabithianos para que compartan sus cultivos. Allí descubre un templo similar al que William encuentra en su época y entra en él. Pero, como siempre, las fuerzas militares pierden la paciencia y acaban tomando por la fuerza lo que se podría haber conseguido por otros medios. Destruyen el templo y la realidad conocida hasta el momento se reescribe.
Ahora voy a decir algo muy en serio. Creo que, en los últimos años, el cómic de autor ha superado con creces a la narrativa literaria. Es mi punto de vista y se que cualquier intelectual me lapidaría por este comentario, y me da bastante igual.
A día de hoy, jovenes talentos impactantes como Jeff Lemire (del que hablamos hoy), Scott Snyder, Brian K. Vaughan, Nick Spencer, Rick Remender y un glorioso etcétera, están creando narraciones reamente asombrosas, y Trillium es un fantástico ejemplo.
Hablamos de una historia de amor llevada al límite que supera barreras de tiempo, espacio, futuro o pasado y que funciona perfectamente a pesar del delirio y de las muchas ideas aquí contenidas.
Jeff Lemire (autor de la última e increíble serie de Animal Man, Sweet Tooth, Nadie, Descender, etc) es un guionista impresionante que está en posesión de una imaginación que desborda. Y, además, tiene la técnica necesaria para lograr que todo confluya a buen puerto sin que los delirios de su imaginación se pierdan en el cosmos. Por lo normal sus historias las dibujan otros, como en su más reciente obra, Descender, ilustrada por el grandioso Dustin Nguyen, y que está haciendo que toda la crítica y los autores más prestigiosos del mundo del cómic se vuelvan locos, y no es para menos. Pero en Trillium, como en sus obras más personales, él se encarga del dibujo también. Y tiene un estilo tan propio, tan suyo, que es imposible no diferenciarlo: abrupto, caótico, doloroso a veces e, incluso, con un punto de distorsión entre tanto dibujante perfeccionista, que me hipnotiza.
Lo cierto es que leer historias como esta me da el combustible que mi imaginación necesita.


















lunes, 16 de noviembre de 2015

Locke & Key [Guión: Joe Hill; Dibujo: Gabriel Rodríguez][2008-2013]

Vamos a empezar diciendo lo primero que se me pasó por la cabeza al acabar de leer esta serie con ojos empapados en lágrimas. Voy a echar de menos a Ty: inteligente, sensitivo, alguien que asume (sin quererlo, incluso negándolo) la tarea de ser el protector de su familia tras el brutal asesinato de su padre Rendell. A kinsey, la adolescente rebelde llena de lágrimas y rabia que, literalmente, consigue arrancar de su cabeza. A Nina, refugiada en el acohol tras perder al hombre de su vida. A Bode, un pequeño mequetrefe devorado por la curiosidad. A Duncan, el tío que siempre sabe encontrar la palabra exacta. Ellos son los Locke. Una familia destrozada que se refugia en Keyhouse, la mansión casi eterna que, desde hace siglos, está ligada a ese apellido. Una vez allí Bode empieza a encontrar llaves que pueden transformar la realidad al usarlas en las puertas de la mansión. Y más aún: puedes abrir la cerradura de tu cerebro para extraer todos los pensamientos que no necesitas.
¿Cómo es posible ésto? Vale, abajo, en las cavernas de la mansión ahora inundadas por el mar, hay una puerta. Una entrada a otro plano de la realidad corrompido por la maldad en estado puro, por algo que sólo mirarlo durante un instante sentirás la belleza infinita de ser poseído por uno de los hijos de Leng. Si abres la puerta durante un instante y no miras lo que hay más allá, el ser del otro lado se muere al no poder poseer a nadie, dejando un cadáver que se transforma en el Metal Susurrante. De ese elemento se han forjado todas las llaves.  Pero, hace muchos años, uno de estos seres corruptos penetró en el interior de Dodge. Uno de los mejores amigos de ese padre cuya ausencia ahora pesa como una losa. Un muchacho que estaba habitado por la luz. Y, desde ese momento, va a estar ahí siempre, acechante, maquinando, haciéndose amigo de la familia para conseguir la llave Omega, la que abre la puerta a ese otro mundo para que salga toda su raza enferma y fanática y que moldeará nuestra realidad a su antojo torcido.
Hay una llave que, al atravesar la puerta en cuya cerradura la hemos utilizado, hace que tu espíritu se desprenda del cuerpo. Otra llave que, si la empleas en el carillón de las escaleras, puedes ver cualquier evento pasado en la mansión, como una máquina del tiempo que te permite ajustar la fecha a la que quieres viajar. Hay una para activar la Corona de Sombras, con la que puedes gobernar las sombras de los pliegues de la mansión Keyhouse como si fueran seres vivos. Una llave para cambiar de sexo. Otra para transformar el color de tu piel. Está la llave Dondesea. La que abre el Mueble Reparador donde lo que se introduce se reconstruye; puedes salvar la vida de alguien o traer el alma del padre muerto cuando, Nina, su viuda, en un arranque de alcohol y desesperación, mete la vasija con sus cenizas en el interior suplicando entre lágrimas que vuelva.
Enumerarlas todas haría que acabara en la cabaña del pozo donde reside el Eco. Así que prefiero decir que Joe Hill es, desde ya, si antes me cabía alguna duda, uno de los jovenes autores literarios Norteamericanos con más talento e imaginación que hay ahora mismo. Es impresionante como está escrito ésto. Los diálogos son realmente brillantes, incluso casi estremecedores en los pasajes más emotivos. Sí, emotivos, a pesar de que estemos hablando de una obra clasificada en el género del terror sobrenatural. Yo no quiero ponerle una etiqueta a algo tan lleno de humanidad y de personajes que son Personas. Está hilvanada por una red literaria que abarca siglos de la historia de una familia muy especial y su mansión, Keyhouse, situada en una especie de archipiélago del estado de Massachuttses que se llama Lovecraft (obvio homenaje al escritor padre del horror cósmico). Es un engranaje perfecto. Casi me cuesta pensar todo el trabajo y el esfuerzo llevado a cabo para crear algo así. Una narración que se olvida de lo lineal para saltar a ciertos momentos con una maestría insuperable.
Y ese esfuerzo también es de Gabriel Rodríguez, el dibujante. Palabras mayores. La historia no hubiera sido la misma sin él. Sus personajes están llenos de vida, desde sus expresiones hasta sus movimientos. Es muy emocionante este chaval dibujando. Con su formación de arquitecto se empeñó en diseñar cada rincón de la casa (importante, pues hay que pensar que la casa es uno de los protagonistas), para saber situar en cada momento a sus habitantes y amigos... y enemigos. Hay páginas planificadas de forma que sobran los diálogos para entender qué se están diciendo. Es un maestro de la narración gráfica.
Todos, todos los premios que se ha llevado esta genialidad están más que merecidos.Y me parece sumamente gozoso el descubrir y leer algo así.
Estoy enamorado de este cómic. 




















viernes, 6 de noviembre de 2015

Alan Moore y los campos inabarcables de la narración.

"El Arte, en su verdad humana, toca lo universal. Al ver el Arte, reconocemos un pensamiento que teníamos pero que no podíamos pronunciar, estamos menos solos. La escalofriante sensación de que sólo somos uno."

"Nos elevamos en el pulso y nos derramamos, en la mecha y el flujo.
En el día.
Y es Ahora, y estamos destilados por su calor, y es Ahora para siempre.
Y salimos a las calles al rojo blanco de Sión.
Y en su radiación, nos conocemos a nosotros mismos."

"Escribimos palabras exquisitas, y creemos que jugamos al juego maestro, y todo el tiempo son sólo serpientes y escaleras."
[Alan Moore; Serpientes y Escaleras; 1999]

Alan Moore es un genio, un visionario, un ser que me ha enseñado lo que es el poder de la narración en estado puro. Es alguien que agarró las palabras por su espina dorsal y las destrozó para después recrearlas a su antojo. Un creador irrepetible (como Roberto Bolaño, otro escritor-isla) al que no le resultó muy difícil hacer saltar por los aires la narrativa de los cómics, allá en los 80, para demostrar que cualquier vehículo narrativo es perfecto si se tienen ideas. Sus obras han revolucionado la historia del cómic y se han llevado a la pantalla en muchas ocasiones sin que su nombre aparezca en los créditos y, por consiguiente, sin ganar una simple moneda por ello. Simplemente porque piensa que si una narración está escrita en un formato en concreto así debe permanecer. Y se podría discutir mucho sobre eso, pero lo cierto es que hablamos de alguien que no se vende ante el oro fácil.
Ha escrito novelas que son como pozos de opio en los que todo fluye de forma perfecta. En el mundo del cómic es el padre de John Constantine, Miracleman, Watchmen, V de vendetta, From hell, Neonomicón... y un gran etcétera de obras que han inundado mi imaginación con historias tan imposibles como perfectamente milimetradas. Cuentos de plenilunio que parecen asomar de una mente alucinada y que nadie, nadie, podría escribir con esa exactitud y esa emoción.
Nadie escribe como él. Nadie puede elaborar una historia tan inmensa y extrañamente conectada, con una estructura tan perfecta como extraña, como él.  
Tened cuidado si os cruzáis con un tipo de largas melenas y mil anillos protegiendo sus dedos porque puede que sea Alan Moore, y con una simple idea es muy capaz de volcar el mundo del revés.
Eso, eso es un escritor. Alguien que sabe conjurar los misterios de la eternidad para que nuestra imaginación explote en cientos de ángulos afilados.

martes, 3 de noviembre de 2015

Juro que vi un pequeño diablo oscuro saltando de tejado en tejado. Yo estaba asomado a la ventana exhalando humo y lo pude ver.
Se situó detras de mi y extendió sus zarpas delgadas como alfileres y afiladas como con dientes de marfil. Extendí los brazos hacia arriba, sujeté su cabeza, la atraje muy cerca de mi y le susurré muy rápido:
Mira como se oculta el sol, ahí, a un paso de nosotros, como si nos olvidara y decidiera dejarnos a nuestra suerte. ¿Y qué son esas explosiones de luz que tiñen el vientre de las nubes? Mira, observa...
Lo sujeté más fuerte pues sentía su aliento enfurecido en la base del cuello. Me sentía tranquilo, concentrado, dispuesto a apretar más.
Entonces, justo en el momento en que el sol segaba milímetros de la superficie del mar con su último tajo, mi piel se tensó al sentir el gotear de la cera caliente mordiendo mi hombro.
El pequeño diablo oscuro lloraba sin dejar de apartar la vista del horizonte encendido en llamas.

domingo, 1 de noviembre de 2015

2 Cosas

1. Se que me puedo volver un poco pesado cada vez que descubro una música que me taladra por dentro. Ya lo hice con Dorian Wood y vuelvo a hacerlo con otro predicador que tiene la manía de llamarse Father John Misty. Y es solo porque descubro muchas músicas que me fascinan, pero que te toquen el alma, y eso lo sabemos todos pues es bien fácil traducirlo a cualquier ámbito de nuestras vidas, eso solo ocurre cuando los astros se alinean de una forma perfecta. Es simple cuestión de entusiasmo y de querer compartir las cosas que me hacen sentir; nada más, tan simple como eso.
Ahora quiero decir una cosa que es muy íntima para mí. Me resulta imposible estar en ningún lado, de los muchos lados que coforman nuestros mundos, sin que me persigan las canciones del último humanoide que he mentado. A veces me dan cierta tregua, pero suele ser un engaño para que, al doblar cualquier esquina, vuelvan a saltar sobre mí como criaturas que solo buscan las pequeñas explosiones que hacen temblar las calles que pisamos.
Sí, lo tengo muy claro, Father John Misty es alguien en posesión de un talento tan arrebatador que me interesa, y mucho.
Incluso no estaría mal relatar cierto encuentro que tuvimos en un puente, mientras el campanario de la iglesia gemía un sonido que instaba a que los pecadores se refugiaran en sus tabernas y prostíbulos.
Yo creo que dije: ¡Como se te dé por suicidarte, morirte de sobredosis, hacerte vegano o, lo que sería peor, que tus futuras composiciones no fueran capaces de acertar en la herida que nos hace alegres y tristes.... Si cualquiera de esas cosas ocurriera... Pues... Pues... Joder, pues que sepas que me quedo con tu cara y se donde vives y... ¡Que te reviento!
Él dijo: Es probable que haga lo que esperas o puede que no.
Y se piró por ahí, el muy subnormal, introduciéndose en una especie de bruma que estaba casi como congelada en el aire. ¿Habrase visto tamaña desfachatez?

2. Un cómic que me hace arrastrar los huesos por sus páginas. Cuando lo acabe no me quedará otra opción que tratar de escupir ciertas impresiones aquí. No creo que lo pueda evitar.
Empecé a leerlo hace tiempo y ahora me he propuesto acabarlo. Simplemente porque ya me han arrastrado esas páginas al interior de una mansión que oculta llaves y puertas.
Se llama Locke & Key. El escritor es Joe Hill (hijo de Stephen King; dato irrelevante) y el dibujante responde al nombre de Gabriel Rodríguez.
Es muy, muy difícil diseñar una historia como esta, que abarca muchos años en su narración, y que todo cuadre de una forma tan fantástica que continuamente te esté sorprendiendo lo que lees. Y que te emocione enfrentarte al siguiente capítulo pues sabes que vas a penetrar en otro mundo. 
Por supuesto que también me tomé algo con ellos en un bar del muelle construido con madera que las algas habían aceptado como su casa.
Yo creo que dije: A vosotros no os voy a montar la bronca porque me falta bien poco para acabar vuestra narración de furia, vientos, misterios y seres humanos. Y, sin conocer el final, mis sentidos ya están complacidos, muchachotes.
Y ellos dijeron: Es muy probable que la historia se acabe desarrollando como tú quieres o puede que no.
Y se largaron por ahí, los muy subnormales, desvaneciéndose en el trocito de luz que pestañea en el horizonte cuando el día se rinde.

Solo eran dos cosas...


viernes, 30 de octubre de 2015

Mami, ¿en serio que soy Legión?.

1A. Lo llevaba a pasear al parque todos los dias, cogido de la mano, mientras las hojas encanecidas por el otoño se precipitaban al suelo y reventaban con el peso del silencio.
2A. Mi hijo era un niño normal. Solo había una cosa que lo diferenciaba del resto; su curiosidad por la belleza de lo corrupto, lo que está en el otro lado, el Mal.
1B. Se caían los nidos de los pájaros en una explosión de huevos y pequeñas ramas secas justo a sus pies. Si arrancaba una brizna de hierba para colgarla entre sus labios, ésta se marchitaba como si penetrara en una dimensión desconocida o en las cenizas de una antigua hoguera.
2B. Pero eso tampoco era su culpa. La raíz de su mal reside en mí, su padre. Yo le inculqué el sabor por la destrucción... pero él ya nació así. Posée esos dones por los que yo he rezado tanto y cuando crezca construirá puzzles con los trozos de cerebros de quienes nos juzgan!
1C. La gente se turbaba a su alrededor y no eran capaces de pronunciar una sola mentira a su paso. Y un día alguien se suicidó a su lado, como si fuera su último refugio, en un banco del parque. Y fue en ese justo momento, cuando le miré a los ojos, los ojos de mi niño, inundados de una tristeza tan grande y, al mismo tiempo, de una furia que quemaba mi carne como un desgarro, cuando comprendí que tenía que matarlo.Yo, su propia madre.
2C. Jamás podría estar más orgulloso de lo que estoy por mi hijo. Él es el nuevo reino. Y como su madre intente acabar con él la aplastaremos.
1D. Pero he sido débil y ahora estoy aquí encerrada por intentar devorar a mi propio hijo. Sé que no suena muy coherente. Y menos a usted, un abogado de oficio recién graduado. Pensándolo bien, puede que beneficie su curriculum.
Van a acabar conmigo. Me van a colgar haga usted lo que haga, intente lo que intente. Mi hijo y su padre (al que no me atrevo a llamar marido), van a instaurar un nuevo órden. Mi vida, y mucho me temo que la suya, ya no tienen valor.
2D. ¡Mi pequeño volverá a por mi y destrozará este puto sitio!
1E. ¡Por favor, abogado, tiene que ponerse en contacto con los medios de comunicación! ¡En serio, no estoy loca!
2E. ¡Ya oigo su rumor! ¡Viene a castigaros!

(De repente una especie de click, un silencio, un vértigo...)






domingo, 11 de octubre de 2015

Puede que, alguna vez, nos olvidemos de decir algo.

Federico Ambrosio Fernández era un tipo singular. Tenía (y digo tenía en pasado, pues un golpe fortuito de la fortuna nos privó de su presencia cuando un repartidor de pizzas desquiciado acabó con él en un callejón que olía a hierba recién cortada y golpes de lluvia), una obsesión por coleccionar las anillas de las latas de cerveza que introducía en su sistema estomacal.
Un buen día una pequeña recolección de objetos del pasado llamó a su puerta. Se presentó con el nombre de Ínfima Parte y le ofreció dos cosas difíciles de rechazar. A saber, un trozo de nube a punto de desintegrarse en lluvia y un disco de vinilo envuelto en la piel de un murciélago.
Ínfima Parte dijo: No creo que te merezcas estos regalos, pero es que quería deshacerme de ciertas cosas y comentan por ahí que tú eres un recolector de fragmentos que puede que signifiquen algo.
Y, aunque yo no lo recuerde, alguien jura que contestó: Acabo de salir de la cárcel y mi equipaje es tan ligero que cualquier tipo de peso que se introduzca en él hará que compense el pequeño vacío que perdura en mi cicatriz.
En resumidas cuentas, agradeció a Ínfima Parte esos dos objetos, no sin antes calcular el grado de obligación para con las hormigas que comenzaban una revolución en ese preciso momento, y se despidió sin ningún tipo de elegancia (como debe ser en estos casos), saltando a la proa de una embarcación que se desplazaba hacia un naufragio. Y, después de ver como la tripulación dejaba de latir por culpa de unos pulmones que no estaban habituados a las presiones marítimas, observó con calma, allí, bajo el mar, con peces flotando a su alrededor, los dos regalos que latían con branquias de aluminio.
Esto no sé si debería contarlo, pero lo cierto es que, por aquel entonces, habitaba en su interior el espíritu que siempre se dirige hacia tierras que no existen y decidió pedirle consejo bajo las aguas. Subió a la superficie y, en una playa que existía sin la vigilancia de ningún satélite, recogió los fragmentos de la embarcación en donde había viajado y, con ellos, sumados a los dos regalos, destiló un combustible que obtuvo tras mezclar la salitre con el correo de los naúfragos. Prendió una gran hoguera, un fuego que iluminaba el cielo opaco, esperó cinco minutos, mientras disfrutaba de las astillas de un cigarro fabricado con remolinos, y se fue caminando al borde de la carretera. Creo que algo cantaba y es muy probable que fuera una canción de Low, o puede que no, nunca lo sabremos. Siempre es la obligación de cada uno la forma de acabar las historias.

viernes, 9 de octubre de 2015

Y, si con el correr de los años, Josh Tillman (el batería de los enormes Fleet Foxes) no se acaba convirtiendo en un mito musical, me como uno de mis gorretes de esos que ya estoy deseando poner, ahora que el verano se desvanece entre un sol primaveral y los arrebatos de la lluvia.
Fleet Foxes fue una sorpresa realmente emocionante para todos los que amamos ese tipo de arte que tiene la facultad de emocionar. Y ya no sé si podemos contar con un nuevo disco tras 4 años de silencio. Espero que sí, pero, si realmente ya no existen como banda, tampoco sería muy dura la pérdida cuando podemos contar con las gigantescas composiciones de Josh.
Antes publicaba bajo el seudónimo J. Tillman. Pero una creatividad como la suya, en continuo crecimiento, hizo que se transformara en un ser llamado Father John Misty. Un personaje deudor de los grandes clásicos de la música norteamericana y, al mismo tiempo, de un universo sonoro tan personal, que los dos discos que lleva publicados bajo ese alias ya forman parte de una historia de la música (o de una forma de entender la música) que seguirán siendo eternos cuando las tormentas asolen y descompongan las discografías de todos esos superventas actuales.
Casi me resulta fácil la comparación, en cuanto al perdurar se refiere, con un director de cine como Clint Eastwood. Otro delincuente con la capacidad de crear obras que permanecerán como grandes clásicos siendo absolutamente modernas.
Y no creo estar muy desencaminado al decir que Josh Tillman posée la enorme capacidad de crecer todavía más a pesar de esos ingredientes que empapan su obra de músicas que ya estaban ahí antes de que él naciera.
Por el momento es un talento muy grande. Incluso soy bien capaz de jugármela al decir que es enorme.
Y esos vidrio-clips tan perfectos... Por favor, que alguien me diga cuando fue la última vez que vió una obra visual confeccionada para ilustrar una canción (y una melodía tan inmensa como ésta se lo merece) y sentir tanto dolor, tanta tristeza... Tratar con cuidado lo que aquí dejo como ejemplo.
Ya no me pongo ningún gorrete, me lo quito ante Father John Misty, un talento en bruto que, espero, esté aquí para quedarse entre nosotros

lunes, 21 de septiembre de 2015

Suiciders [Guión & Dibujo: Lee Bermejo][2015]

No sé como expresar todo lo que he sentido leyendo esta auténtica maravilla, pero no me puedo resistir al vértigo de intentarlo.
Veamos, yo conocía al Lee Bermejo dibujante por la impactante novela gráfica Joker escrita por el inmenso Brian Azzarello (una brutal narración en la que el mítico enemigo de Batman reconstruye su imperio criminal desde cero al salir de la cárcel y que haría las delicias de Martin Scorsese). Pero es que esta historia es única y exclusivamente él. Guión y dibujo. Y, después de estar siguiéndola mes tras mes a lo largo de seis impactantes capítulos, no me queda más remedio que rendirme a los pies de un talento tan arrebatador que mi bola de cristal agrietada lo anuncia como una especie de mesías en el mundo de los cómics. Y si no es así querrá decir que los lectores de viñetas están tan ciegos y enclaustrados en el género de los superhéroes (el rey habitual de las historietas) que ya no pueden discernir lo que es el arte en estado puro.
El argumento no difiere mucho de todo lo que nos ha enseñado la ciencia-ficción de tintes apocalípticos. Hace 30 años un tsunami bautizado como El Grande arrasó, según las breves pistas que nos dan, la ciudad de Los Ángeles. Y, para evitar la afluencia de refugiados, se construyó una gran muralla alrededor de lo que, pienso, es Hollywood. Dentro están los privilegiados, seres tan felices como vacíos habitando en una sociedad tan lobotomizada que cualquiera que no haya pasado por las manos de un cirujano plástico es la peor escoria de este mundo en el que parece que sólo existe esta ciudad, ahora "república" independiente.
El asunto es que este tipo de ingredientes en la narración simplemente quedan en el aire, como una segunda lectura. Y eso es parte de lo que hace de esta historia algo grandioso.
El deporte nacional es una especie de juego mortal de gladiadores que es lo que da título a la narración. Los Suiciders combaten a muerte y siempre hay un campeón que es el gran dios de todos los habitantes de Nuevo Ángeles. Los ciudadanos de esa meca de la superficialidad odian a todos los sucios seres que malviven al otro lado de la muralla y es completamente legal que los guardas de seguridad (impagables esos diálogos que mantienen y que cualquier feminista condenaría), disparen a cualquiera que trate de cruzar. Y hay un tipo que se llama Fix, del que nunca veremos el rostro, que cobra por llevar al otro lado, a través de un laberinto de alcantarillas, a quien no puede resistir la miseria de un mundo podrido.
Y realmente no sé si es culpa de mi rara sensibilidad o del autor, pero lo cierto es que, tanto en la primera vez que lo leí, capítulo a mes, o cuando lo releí entero, se me ha quedado una especie de resquemor en las tripas, como un cadáver flotando en mi interior o una mala sombra navegando por el interior de los huesos. Y eso, eso es exactamente, lo que busco en lo que se llama arte.
Muy claro lo tengo; cada vez que encuentre algo con la firma de Lee Bermejo lo quiero.
Un tipo que apenas sabe hablar inglés llega a Ángeles Perdido (la miseria al otro lado de la gran muralla), algo oculta, un dolor que se refleja en su mirada, es una perfecta maquinaria de combate y eso hace que se fije en él el mafioso local. Paralelamente seguimos la vida del campeón en el juego de Suiciders de Nuevo Ángeles. Hay muchos puntos en común que nos inquietan y nos hacen pensar en cientos de cosas. Y no voy a decir mucho más porque hablo de una historia tan bien estructurada que casi da miedo la precisión que posée Lee Bermejo para narrar de una forma que a muy pocos se le hubieran ocurrido. Vamos, lo que se llama rizar el rizo.
He tratado de hablar sobre esa forma tan especial de narrar desde un guión perfecto. Ahora hay algo que quiero decir muy en serio. Lee Bermejo es uno de los dibujantes más impactantes que he tenido el placer de absorver con mis puñeteros ojos. Es crudo y real. Es casi perfecto. Sus viñetas te escupen en la cara como un látigo. Estamos hablando de un dibujante cuasi realista pero con un nervio que enciende hogueras. En los 80 la peña flipaba con Vicente Segrelles, su Mercenario y su hiper-realidad de aerógrafo, pero eso no era un cómic, eran cuadros en forma de viñetas. La dinámica y el lenguaje del cómic es otra cosa muy distinta. Y Lee Bermejo lo sabe a pesar de su juventud. Cada viñeta es un fotograma que te tiene que golpear. Un cómic tiene que estar vivo y explotar como un volcán. Y a eso también contribuye Matt Hollingsworth, el colorista, remarcando la diferencia entre esos dos mundos. Colores apesadumbrados y metálicos para la narración ubicada tras los muros de una sociedad no muy diferente a la que vivimos en la actualidad. Y una luz tan ocre como luminosa para la miseria del otro lado.
Y me cuesta dejar de escribir sobre esta historia... Y, aunque no la vuelva a leer más, me será difícil olvidar la mirada del protagonista. Y eso no es señal de la técnica de Lee, sino de su sensibilidad.
Por Crom, tengo que confesar que me ha costado mucho escribir esto y borrar frases en donde me iba por las ramas del árbol que sostiene todas las historias de la humanidad. Pero es que casi me asusta y me entusiasma a partes iguales el privilegio de vivir esta época. De nadar, de sumergirme, de estremecerme, de ver como late el sol, de sentir la influencia de la luna. Y, de paso, ver que más grandezas nos depara gente enorme como Lee Bermejo.
Ayer, alguien muy querido me llamaba Abisinio. Vale, bien, no lo puedo evitar; necesito y quiero vibraciones. Mil gracias a las telarañas, a los crepúsculos, a los días y noches sin fin y a la imaginación. Y, por descontado, mil gracias a seres de otro mundo como Lee Bermejo.
Un hombre perdido que trata de ocultar un dolor por algo que desconocemos en la lucha. Una mujer que debería estar rota por todo lo que la vida le ha disparado a bocajarro y que, sin embargo, es toda luz. Un pequeño bastardo que se redime ayudando a alguien con el que se identifica en cierta manera o puede que lo haga egoístamente. Un periodista cobarde que tiene en sus manos la información necesaria para que todo un sistema se venga abajo. Hilos de marioneta, manipulación, corporaciones que todo lo controlan... Y esos golpes en la arena... Y toda esa sangre vertida... Y ese hastío de un campeón rodeado de todo lo que cualquier ser podría desear...
Y podría estar escribiendo sobre este cómic durante tres generaciones, pero dejaré que un pequeño puñado de páginas hablen por si solas.