miércoles, 21 de enero de 2015

äNACRUSä es el nombre de la bestia que destruía el sonido.

Yo no soy músico ni lo pretendo. Pero amo la música y necesito volcar los ruidos, demonios y alegrías que retumban en mi interior. Es como una terapia, un desahogo, una forma de soltar lastre o una manera de poder escuchar lo que, como amante de la sonoridad, se identifique conmigo de una manera casi brutal.
Son, simplemente, sonidos hechos a mi medida sin la necesidad de que le gusten a nadie más.
Cada vez que un año se acerca a su final construyo una nueva obra que refleje un poco las sensaciones, vivencias, aprendizajes y tropiezos que he vivido en él. Aunque puede que eso no sea verdad al cien por cien, vaya usted a saber.
Escuchar, disfrutar u odiar mi "música", es vuestra elección.

https://anacrusa.bandcamp.com/

Roberto Bolaño y la taberna de los bastardos.

El Citroën CZ de Roberto Bolaño se quedó sin combustible justo a unos metros de la única gasolinera que la crisis del petróleo no había devorado a lo largo de la Ruta 66. La buena noticia es que una taberna mugrienta compartía el solar fustigado por el viento. Habrá que entrar, susurró, tal vez para si mismo o puede que para el claustrofóbico sol de Texas. En el interior, una niebla que surgía de los cigarrillos lograba la sensación de estar caminando por el techo o por una cloaca. Del otro lado de la sucia barra, Tom Waits, con el rostro oculto por un sombrero que solo dejaba ver una estremecedora sonrisa, le sirvió una humeante copa que contenía un líquido corrupto. Robert, chaval, en esa mesa hay un pequeño bastardo que te quiere saludar; dijo con una voz teñida en nicotina. Es Paulo Coelho, respodió Bolaño, y si me siento a su lado es posible que al amanecer me acusen de asesinato. Alguien tendrá que hacerlo tarde o temprano, Robert; le contestó Tom riéndose mientras se deslizaba con sus patines para atender a Charles Bukowski y William Burroughs que ya hacía rato que exigían su décima ronda de bourbon. Bolaño trató de distraerse contemplando como Nick Drake quemaba con un cigarrillo los ojos de Nacho Vegas, pero, como le pareció algo muy natural, prefirió echar un vistazo general al ambiente del local. En una mesa a su izquierda, Syd Barrett y Roger Waters jugaban a la ruleta rusa con David Gilmour y siempre le explotaba la única bala a este último en su cráneo entre risas y burlas obscenas de sus dos colegas. A su derecha David Lynch invitaba a tarta envenenada a Steven Spielberg. En otra mesa Frank Kafka resolvía los jeroglíficos egípcios inscritos en la madera mientras su cabeza se incendiaba. A su lado George Orwell gritaba con ojos de vídrio que alguien nos estaba observando. Y al fondo de aquel tugurio dejado de la mano de Dios, Mike Patton, tranquilo, sonriente, con una aureola de santo flotando sobre su cabeza y jugueteando con una calavera del tamaño de un pequeño sueño casi olvidado, hacía levitar los objetos dispersos sobre la mesa con su voz mientras John Constantine exhalaba el humo de un cigarrillo a su lado y decía: Ha llegado mi padre. Justo en ese instante las puertas del local se abrieron con la explosión de la cegadora luz del exterior. Allí estaba Alan Moore rodeado de un aurea mística acompañado por Neil Gaiman. Con sus dedos ensortijados se abrió el pecho y extrajo su corazón oscuro que arrojó sobre la barra. ¡Tom, vino para todo el mundo! ¿Para Paulo también, Alan? ¿Quién? Paulo, Paulo Coelho. No sé quien es pero, qué demonios, sírvele a él también pues esta noche será el fin de los tiempos.
[13/12/2014]

martes, 20 de enero de 2015

JUAN RAMÓN BIEDMA - El imán y la brújula [2007]

"Éctor se levanta, abre la ventana y se apoya en el alféizar; a pocos metros, un edificio más alto convierte la trasera de la fonda en zona de sombras permanente.
Tras la esquina se escucha Madrid.
Es un estruendo que sube y llena. Trayendo mil historias. Puede oír los bombardeos que aún no se han producido. Puede oír el sonido de las piernas al abrirse de una mujer que se tiende en el suelo de un callejón, sobre una puerta rota, mientras dos tipos le tiran dinero a la cara para una botella. El llanto de dos niños que se pasan el día amarrados a la tubería de un cuarto de baño. El ruido del motor de cientos y cientos de vehículos y el rugido de la respiración de un anciano que, sin saberlo, cruza las carreteras deseando ser atropellado por alguno de ellos. Editores que cierran manuscritos en la segunda página. Pintura barata que se cuartea en las paredes ante la mirada de enfermos amarrados con sábanas. Una mujer deja sobre la mesa un puchero parcheado y ni la familia se atreve a preguntar el contenido ni ella a mostrárselo. Cuatro niños juegan a los toreros; de toro siempre hace el mismo, siempre, y está llegando a pensar que no hará otra cosa el resto de su vida. Un lotero le cambia el décimo en el último momento a un político que no advierte ni el cambio de número ni la mirada de odio del vendedor. Un edificio se cae a pedazos sobre sus ocupantes, y el rey, con una piqueta de oro, da el primer golpe para demoler un edificio en perfectas condiciones. Un esquilador blasfema. Un guardia blasfema. Una planchadora blasfema. Un afilador blasfema. Un cura blasfema. Un hombre asesina a su hija embarazada. Un maestro, que nunca lo había hecho, blasfema, y se siente mucho mejor. El estruendo, armado por miles de sonidos e imprecaciones, se sigue llenando de historias, se expande, hasta llenar la habitación como un aire pestilente y tangible.
Éctor se da la vuelta y ve a Lucio dormido, sin desvestirse; tendrá que esperar a mañana para la primera pesquisa.
Cierra la ventana. El estruendo se queda dentro."

La verdad es que ha sido un auténtico descubrimiento para mí este escritor. Clasificado en el puñetero genero tan de moda que los critiquillos denominan thriller histórico, mi visión es otra muy distinta. Errado o no, lo que a mí me transmiten sus palabras son dos ciudades, Sevilla y Madrid en 1926, un año en que todo está a punto de cambiar para mal, que son como dos monstruos corruptos capaces de arrastrar a los personajes que se mueven por estas páginas al pozo más oscuro. Personas de carne y hueso que buscan una especie de redención y que ya no les queda nada que perder. Personajes que se van mutilando interiormente, poco a poco, en una busqueda de salvación que está más allá de lo que arrastran sus pasados torcidos.
Muchos pequeños hallazgos dolorosos en frases que cortan como el hielo. Sentimientos que solo expresan el daño de un pasado imposible de olvidar. La frialdad de distanciarse de la maravilla para no sentir el daño que podría acabar con la poca cordura que te queda...
Un pequeño descenso a los infiernos trazado con maestría, una atmósfera casi claustrofóbica y frases salpicadas de una extraña rabia que están ahí y realmente parece que no están. Es solo que no entiendo que los libros de este tipo funcionen tan bien comercialmente con ese peso de desazón que te deja en el paladar. No sé, igual es que estoy equivocado y me identifico por momentos con esos personajes sin rumbo. O tal vez mi imaginación me ha jugado una mala pasada y veo más allá de lo que debería ver. O puede ser que este libro sea diferente a otros que haya escrito. Repito, no lo se. Tan solo puedo decir que el muy cabrón me ha provocado cosas en mi interior y eso es lo que me gusta en cualquier forma de arte.

La rebelión de los olvidados.

Un día fabriqué una máquina de vapor que me permitiría desplazarme sobre los acantilados que encontrara a mi paso. Abrir túneles bajo las montañas. Construir puentes que comunicarían islas ignotas con los continentes.
Dios, me sentí tan orgulloso de mí mismo cuando conecté su último circuito que casi creí olvidar todas los errores de mi pasado incierto. Me creí grande y eterno al ver como todos los científicos de renombre mundial se postraban a mis pies y reconocían cuan equivocados estaban al tratarme con ese desdén petulante del que habían hecho gala a lo largo de mi carrera.
Hicieron fiestas en mi honor. Me agasajaron con actos multitudinarios. Me concedieron las llaves de la capital. Me ofrecieron dinero, las más hermosas mujeres, los mejores vinos, los halagos más grandes que un mortal podría soñar...
Y en una noche sin luna, mientras dormía mi sueño tranquilo de triunfador, uno de mis más humildes siervos atravesó mi garganta con un cuchillo tan afilado como el grito de un recién nacido. Mis sueños se convirtieron en un lago de sangre y mi gloria rotó, de forma oficial, a otro.
Y ahora, desde este laberinto eterno donde estamos atrapados muchos como yo, quiero que sepáis que nos estamos preparando, nos hacemos más fuertes cada día, afilamos nuestras armas, no tenemos cuerpo ya, ellos nos lo arrebataron, pero nuestra energía se hace cada día más grande y llena de rabia. La curvatura dimensional está crujiendo. Hemos encontrado un resquicio en el portal que nos separa de vosotros, los vivos. Y nuestra esencia es tan frágil y al mismo tiempo tan cruel, que estamos rasgando lentamente la superficie. Vamos a salir. Es cuestión de tiempo. Simplemente advertir que después ya nada será lo mismo.
[21/05/2014]

lunes, 19 de enero de 2015

El silencio del narrador

Jamás había visto una flor tan hermosa. Una noche llegué a casa y ahí estaba, sin más, silvestre y salvaje creció en el centro de mi jardín. Irradiaba tanta luz que la cuidé y mimé durante semanas, o tal vez años. Antes de acostarme le contaba historias de futuros imperfectos, de dioses y reyes caidos en desgracia que recorrían el mundo buscando una oportunidad de redención. Pero llegó un día en que me di cuenta que todas las leyendas eran iguales en el centro de su esencia y decidí dejar de narrar. Al caer el manto nocturno y no tener su fragmento de fantasía, la flor comenzó a marchitarse y, en su desesperación por sobrevivir, comenzó a horadar los cimientos de mi casa hasta que una grieta tan oscura como mi alma abrió sus fauces de dientes torcidos devorándola entre su aliento a musgo negro.
[27/03/2014]

Piedra

En cierta época cuidé a un animal que tenía pezuñas y colmillos, múltiples personalidades y querencia por el vacío. Una tarde de verano, adormecido por el sopor, se acurrucó a la sombra de un gran árbol milenario y se quedó dormido. Tan profundo fue su sueño que hibernó durante dos estaciones. Y al despertar, las hojas muertas del otoño habían cubierto su cuerpo como una segunda piel y le quemaban hasta el punto de escuchar el dolor retorcer sus huesos. Yo no podía soportar sus alaridos, me arrancaba las uñas de la angustia, utilizaba plantas alucinógenas para mutar mis sensaciones y olvidar, pero todo era inútil. Así que una noche salí de mi cabaña empuñando mi hacha, decidido a terminar con su sufrimiento y el mío.
Juro que si en esas épocas la ciencia estuviese tan avanzada como hoy en día hubiera buscado otra solución, algún remedio. Pero la locura navegaba en mis venas por aquel entonces, y no supe que más hacer. Me abrí paso en la espesura como alguien que ya no es dueño de sus actos y, cuando entreví su cuerpo en un claro del bosque iluminado por la luna, me percaté que ya no era de carne, se había convertido en piedra
[10/01/2014]

domingo, 4 de enero de 2015

Daytripper [Fábio Moon & Gabriel Bá][2009/2010]

Tras el necesario tiempo de reflexión, creo que ya me siento preparado para hablar de esta obra de arte en mayúsculas del mundo del cómic y de cualquier género creativo. De ese arte que se entremezcla con la vida hasta el punto de convertirse en algo indisociable a ella.
Y sé que para la plana mayor de la intelectualidad la historieta seguirá siendo algo pequeño y menospreciable por mucho que los tiempos hayan cambiado, pero cuando te enfrentas a una historia que hace que el alma se encoja, que los escalofríos viajen por tu piel y que las lágrimas asomen a tus ojos sorprendidos sin poder evitarlo, para mí, eso es arte en estado puro.
Conocía a Gabriel Bá, un dibujante muy personal, de su trabajo en la fantástica The Umbrella Academy. Pero la forma de narrar del increíble Fábio Moon, que he descubierto aquí, me ha hecho rendirme a sus pies. Y lo digo muy en serio. Reto a cualquiera que posea adn humano a que se enfrente a esta obra y que consiga acabarla sin sentirse estremecido por esta historia que se multiplica a través del tiempo.
Llamadme exagerado si queréis, pero Daytripper es el paisaje que cualquier narrador que trate de hablar sobre la vida y la muerte debería analizar a través de todos los poros de la piel.
Y no pienso decir nada sobre su argumento ni si alguna vez jolibúd hará una película con ella (cosa que dudo mucho). Solamente que, cuando una narración estructurada con una precisión tan milimétrica como personal, habitada por personajes tan cercanos, que te proyecta adelante y atrás en el tiempo sin que nada deje de fluir y que logra aunar la tristeza y la alegría de la vida en un todo, absorviéndote en la lectura hasta que tus ojos ven la palabra Fin... Cuando algo así ocurre... No puedo hacer nada más que reconciliarme con el arte. El arte que te hace pensar. El arte que yo necesito. El arte que no es un simple objeto decorativo sino que palpita como un volcán.
En nuestro viaje cotidiano siempre hay una tenue tela que separa la vida de la muerte. Un telar que se puede desgarrar en cualquier instante, a la vuelta de la esquina. Y la vida es tan grande que tenemos que aprovecharla en cada instante. Cualquier abrazo que no des en el momento exacto, cualquier palabra que querrías decir, una simple sonrisa negada... Tal vez mañana no tengas tiempo.
¿Qué no haríamos si supiéramos que nuestra vida puede acabar tras cualquier decisión no tomada?
Siempre lo he pensado; el mero hecho de ir a comprar una barra de pan, por ejemplo, o de cruzar cualquier calle, deberíamos vivirlo como un acto final y eso siempre lo va a convertir en algo glorioso. (Por Crom! Esto empieza a sonar como el típico manual de autoayuda :p )
Lo digo muy en serio y desde el centro de mi estómago: Daytripper es como un viaje a través de la energía de la vida
Y a ese tipo llamado Fábio Moon, a ese tremendo narrador, le daría un gigantesco abrazo por hacerme sentir de la forma como lo ha hecho tras leer este monumento a la aventura que es la VIDA.
Que grandeza de cómic, maldita sea!

Bronx Kill [Peter Milligan & James Romberger][2009]

Desde que hace un puñado de años leí Enigma, me quedé prendado de un fabuloso guionista de cómics que responde al nombre de Peter Milligan. Creador de grandes y personales obras como Shade el hombre cambiante o Egipto.
Ahora me ha vuelto a sorprender con Bronx Kill. Una novela gráfica alucinante ilustrada por el trazo vigoroso y casi claustrofóbico del dibujante James Romberger. Una historia que arrebata el aliento donde seguimos el descenso a los infiernos de Martin Keane, un escritor atrapado entre oscuros secretos familiares y la desaparición de su esposa. Un relato desasosegante que habla de como el pasado vuelve siempre para atormentarnos y como a veces somos títeres ante unos acontecimientos que provocamos sin ser apenas conscientes de ello, a veces por egoísmo y otras por intentar trazar un camino que creemos correcto. Desarrollada entre la peripecia del protagonista y el libro que está escribiendo, que llegan casi a convertirse en espejos distorsionados, con unos personajes vigorosos, diálogos impresionantes y una estructura con precisión de relojería llena de giros inesperados.
¡Potencia narrativa!

El infierno doblado en dos.

En la cima de la colina vivía un hombre que había olvidado todos sus sueños. Suspiraba por todo lo que pudo haber tenido y el tiempo le arrebató. Anhelaba sentir algo como, digamos, la vida. Todas las noches estaban marcadas por un hilo negro que apretaba su garganta. Sus pies se retorcian con la escarcha de su alma. Su estómago emitía sonidos imposibles, difíciles de traducir. Su garganta vomitaba miles de objetos cubiertos de bilis y maravillas.
Una noche dijo: Nunca, nunca más volveré a través de las pesadillas de los murciélagos. Nunca volveré a ver el sol de los mediocres.
Esa noche se derrumbó con todo su peso sobre el látigo de la miseria. Amputó su brazo derecho. Se alimentó de él. Y se reencarnó en una criatura de acero y muerte.
Y cuando el hastío detuvo la masacre y decidió que la sangre carecía de significado, decidió escupir su epitafio y dijo: sembrad mi mesa con las viandas más oscuras que un ciego pueda describir, pues así os recordaré por siempre, como bastardos fugados de un cielo que siempre os ha rechazado.

[2013]

El latido que enlaza todas las telarañas [I & II]

I.
Le resultaba muy dificil desprenderse de la sensación de ser observado a través de las ventanas de su casa cada vez que salía a cazar alguna de las sombras que solían acechar su granja. Algo así como la sensación de un grifo oxidado que por mucho que aprietes resulta imposible de cerrar y el tic-tac de sus gotas de llanto intermitente tiene el poder para hacer que te vuelvas loco en el silencio de la noche.
Todas las mañanas encontraba arañazos provocados por extrañas garras en la puerta de la entrada pero nunca sentía miedo o cualquier otro temblor que se le pudiera aproximar. Lo que más le preocupaba era el escalofrío que retorcía su espina dorsal cada vez que se adentraba en el exterior para alimentar los estómagos de las bestias originadas por cruces imposibles entre extraños animales que recogía en el desierto calcinado que rodeaba su granja. Esos seres que imploraban con un destello en sus ojos que alguien acabara con su tormento de huesos malformados que se expandían atravesando la carne.
Y es que a pesar de tener la certeza de que todos los seres humanos habían desaparecido, le resultaría muy fácil jurar que había alguien vigilando todos sus movimientos desde el interior de su casa, desde el último hogar libre de pecado sobre la superficie de la tierra. Algo así como una sombra velada que se desvanecía tras las cortinas al girar la mirada.
II.
Una noche se despertó poco antes de que el débil sol desvelara con sus rayos enfermos la negrura de la noche sintiendo que algo no iba bien. Saltó de su cama sujetando el machete oxidado que siempre ocultaba bajo la almohada y se precipitó hacia el exterior.
La sangre que circulaba por su venas se transformó en erizos.
Un agujero en la red metálica guiaba un rastro de sangre que surgía de los pedazos destrozados de sus animales mutados hasta más allá de la zona más alejada de la granja. No existía el viento, solo un brutal tambor en su estómago que percutía al ritmo que marcaba el miedo que había desplazado durante tanto tiempo ante la seguridad de su refugio.
Las oraciones mil veces dichas escapaban entre murmullos de sus labios tratando de dar seguridad a sus manos trémulas que hacían temblar el machete mientras seguía el rastro de sangre hasta la entrada de la bodega.
Allí se detuvo para tratar de respirar, santiguarse, calmar sus desbocadas pulsaciones, implorar protección a su dios que habita en el cielo radiactivo.
Abrió la puerta y entre los débiles rayos lunares pudo ver miles de telarañas fosforencentes entremezclándose entre si hasta conformar un extraño esqueleto o símbolos o un lenguaje. Una red luminosa que ayer no estaba allí.
Un telar inmenso que se extendía por las paredes, el techo y el suelo de una estancia en donde el olor a humedad era suplantado por algo más complejo. Como un mapa donde todas las vidas que han sido y serán y todos los mundos y todas las dimensiones se pudieran leer ante sus ojos cansados.
[2013]
(Continuará)