1A. Lo llevaba a
pasear al parque todos los dias, cogido de la mano, mientras las hojas
encanecidas por el otoño se precipitaban al suelo y reventaban con el
peso del silencio.
2A. Mi hijo era un niño normal. Solo había
una cosa que lo diferenciaba del resto; su curiosidad por la belleza de
lo corrupto, lo que está en el otro lado, el Mal.
1B. Se caían
los nidos de los pájaros en una explosión de huevos y pequeñas ramas
secas justo a sus pies. Si arrancaba una brizna de hierba para colgarla
entre sus labios, ésta se marchitaba como si penetrara en una dimensión
desconocida o en las cenizas de una antigua hoguera.
2B. Pero
eso tampoco era su culpa. La raíz de su mal reside en mí, su padre. Yo
le inculqué el sabor por la destrucción... pero él ya nació así. Posée
esos dones por los que yo he rezado tanto y cuando crezca construirá
puzzles con los trozos de cerebros de quienes nos juzgan!
1C.
La gente se turbaba a su alrededor y no eran capaces de pronunciar una
sola mentira a su paso. Y un día alguien se suicidó a su lado, como si
fuera su último refugio, en un banco del parque. Y fue en ese justo
momento, cuando le miré a los ojos, los ojos de mi niño, inundados de
una tristeza tan grande y, al mismo tiempo, de una furia que quemaba mi
carne como un desgarro, cuando comprendí que tenía que matarlo.Yo, su
propia madre.
2C. Jamás podría estar más orgulloso de lo que
estoy por mi hijo. Él es el nuevo reino. Y como su madre intente acabar
con él la aplastaremos.
1D. Pero he sido débil y ahora estoy
aquí encerrada por intentar devorar a mi propio hijo. Sé que no suena
muy coherente. Y menos a usted, un abogado de oficio recién graduado.
Pensándolo bien, puede que beneficie su curriculum.
Van a acabar
conmigo. Me van a colgar haga usted lo que haga, intente lo que intente.
Mi hijo y su padre (al que no me atrevo a llamar marido), van a
instaurar un nuevo órden. Mi vida, y mucho me temo que la suya, ya no
tienen valor.
2D. ¡Mi pequeño volverá a por mi y destrozará este puto sitio!
1E. ¡Por favor, abogado, tiene que ponerse en contacto con los medios de comunicación! ¡En serio, no estoy loca!
2E. ¡Ya oigo su rumor! ¡Viene a castigaros!
(De repente una especie de click, un silencio, un vértigo...)
Federico Ambrosio Fernández era un tipo
singular. Tenía (y digo tenía en pasado, pues un golpe fortuito de la
fortuna nos privó de su presencia cuando un repartidor de pizzas
desquiciado acabó con él en un callejón que olía a hierba recién cortada
y golpes de lluvia), una obsesión por coleccionar las anillas de las
latas de cerveza que introducía en su sistema estomacal.
Un
buen día una pequeña recolección de objetos del pasado llamó a su
puerta. Se presentó con el nombre de Ínfima Parte y le ofreció dos cosas
difíciles de rechazar. A saber, un trozo de nube a punto de
desintegrarse en lluvia y un disco de vinilo envuelto en la piel de un
murciélago.
Ínfima Parte dijo: No creo que te merezcas estos
regalos, pero es que quería deshacerme de ciertas cosas y comentan por
ahí que tú eres un recolector de fragmentos que puede que signifiquen
algo.
Y, aunque yo no lo recuerde, alguien jura que contestó:
Acabo de salir de la cárcel y mi equipaje es tan ligero que cualquier
tipo de peso que se introduzca en él hará que compense el pequeño vacío
que perdura en mi cicatriz.
En resumidas cuentas, agradeció a
Ínfima Parte esos dos objetos, no sin antes calcular el grado de
obligación para con las hormigas que comenzaban una revolución en ese
preciso momento, y se despidió sin ningún tipo de elegancia (como debe
ser en estos casos), saltando a la proa de una embarcación que se
desplazaba hacia un naufragio. Y, después de ver como la tripulación
dejaba de latir por culpa de unos pulmones que no estaban habituados a
las presiones marítimas, observó con calma, allí, bajo el mar, con peces
flotando a su alrededor, los dos regalos que latían con branquias de
aluminio.
Esto no sé si debería contarlo, pero lo cierto es
que, por aquel entonces, habitaba en su interior el espíritu que siempre
se dirige hacia tierras que no existen y decidió pedirle consejo bajo
las aguas. Subió a la superficie y, en una playa que existía sin la
vigilancia de ningún satélite, recogió los fragmentos de la embarcación
en donde había viajado y, con ellos, sumados a los dos regalos, destiló
un combustible que obtuvo tras mezclar la salitre con el correo de los
naúfragos. Prendió una gran hoguera, un fuego que iluminaba el cielo
opaco, esperó cinco minutos, mientras disfrutaba de las astillas de un
cigarro fabricado con remolinos, y se fue caminando al borde de la
carretera. Creo que algo cantaba y es muy probable que fuera una canción
de Low, o puede que no, nunca lo sabremos. Siempre es la obligación de
cada uno la forma de acabar las historias.
viernes, 9 de octubre de 2015
Y, si con el correr de los años, Josh Tillman (el batería de los enormes Fleet Foxes) no se acaba convirtiendo en un mito musical, me como uno de mis gorretes de esos que ya estoy deseando poner, ahora que el verano se desvanece entre un sol primaveral y los arrebatos de la lluvia.
Fleet Foxes fue una sorpresa realmente emocionante para todos los que amamos ese tipo de arte que tiene la facultad de emocionar. Y ya no sé si podemos contar con un nuevo disco tras 4 años de silencio. Espero que sí, pero, si realmente ya no existen como banda, tampoco sería muy dura la pérdida cuando podemos contar con las gigantescas composiciones de Josh.
Antes publicaba bajo el seudónimo J. Tillman. Pero una creatividad como la suya, en continuo crecimiento, hizo que se transformara en un ser llamado Father John Misty. Un personaje deudor de los grandes clásicos de la música norteamericana y, al mismo tiempo, de un universo sonoro tan personal, que los dos discos que lleva publicados bajo ese alias ya forman parte de una historia de la música (o de una forma de entender la música) que seguirán siendo eternos cuando las tormentas asolen y descompongan las discografías de todos esos superventas actuales.
Casi me resulta fácil la comparación, en cuanto al perdurar se refiere, con un director de cine como Clint Eastwood. Otro delincuente con la capacidad de crear obras que permanecerán como grandes clásicos siendo absolutamente modernas.
Y no creo estar muy desencaminado al decir que Josh Tillman posée la enorme capacidad de crecer todavía más a pesar de esos ingredientes que empapan su obra de músicas que ya estaban ahí antes de que él naciera.
Por el momento es un talento muy grande. Incluso soy bien capaz de jugármela al decir que es enorme.
Y esos vidrio-clips tan perfectos... Por favor, que alguien me diga cuando fue la última vez que vió una obra visual confeccionada para ilustrar una canción (y una melodía tan inmensa como ésta se lo merece) y sentir tanto dolor, tanta tristeza... Tratar con cuidado lo que aquí dejo como ejemplo.
Ya no me pongo ningún gorrete, me lo quito ante Father John Misty, un talento en bruto que, espero, esté aquí para quedarse entre nosotros