lunes, 16 de noviembre de 2015

Locke & Key [Guión: Joe Hill; Dibujo: Gabriel Rodríguez][2008-2013]

Vamos a empezar diciendo lo primero que se me pasó por la cabeza al acabar de leer esta serie con ojos empapados en lágrimas. Voy a echar de menos a Ty: inteligente, sensitivo, alguien que asume (sin quererlo, incluso negándolo) la tarea de ser el protector de su familia tras el brutal asesinato de su padre Rendell. A kinsey, la adolescente rebelde llena de lágrimas y rabia que, literalmente, consigue arrancar de su cabeza. A Nina, refugiada en el acohol tras perder al hombre de su vida. A Bode, un pequeño mequetrefe devorado por la curiosidad. A Duncan, el tío que siempre sabe encontrar la palabra exacta. Ellos son los Locke. Una familia destrozada que se refugia en Keyhouse, la mansión casi eterna que, desde hace siglos, está ligada a ese apellido. Una vez allí Bode empieza a encontrar llaves que pueden transformar la realidad al usarlas en las puertas de la mansión. Y más aún: puedes abrir la cerradura de tu cerebro para extraer todos los pensamientos que no necesitas.
¿Cómo es posible ésto? Vale, abajo, en las cavernas de la mansión ahora inundadas por el mar, hay una puerta. Una entrada a otro plano de la realidad corrompido por la maldad en estado puro, por algo que sólo mirarlo durante un instante sentirás la belleza infinita de ser poseído por uno de los hijos de Leng. Si abres la puerta durante un instante y no miras lo que hay más allá, el ser del otro lado se muere al no poder poseer a nadie, dejando un cadáver que se transforma en el Metal Susurrante. De ese elemento se han forjado todas las llaves.  Pero, hace muchos años, uno de estos seres corruptos penetró en el interior de Dodge. Uno de los mejores amigos de ese padre cuya ausencia ahora pesa como una losa. Un muchacho que estaba habitado por la luz. Y, desde ese momento, va a estar ahí siempre, acechante, maquinando, haciéndose amigo de la familia para conseguir la llave Omega, la que abre la puerta a ese otro mundo para que salga toda su raza enferma y fanática y que moldeará nuestra realidad a su antojo torcido.
Hay una llave que, al atravesar la puerta en cuya cerradura la hemos utilizado, hace que tu espíritu se desprenda del cuerpo. Otra llave que, si la empleas en el carillón de las escaleras, puedes ver cualquier evento pasado en la mansión, como una máquina del tiempo que te permite ajustar la fecha a la que quieres viajar. Hay una para activar la Corona de Sombras, con la que puedes gobernar las sombras de los pliegues de la mansión Keyhouse como si fueran seres vivos. Una llave para cambiar de sexo. Otra para transformar el color de tu piel. Está la llave Dondesea. La que abre el Mueble Reparador donde lo que se introduce se reconstruye; puedes salvar la vida de alguien o traer el alma del padre muerto cuando, Nina, su viuda, en un arranque de alcohol y desesperación, mete la vasija con sus cenizas en el interior suplicando entre lágrimas que vuelva.
Enumerarlas todas haría que acabara en la cabaña del pozo donde reside el Eco. Así que prefiero decir que Joe Hill es, desde ya, si antes me cabía alguna duda, uno de los jovenes autores literarios Norteamericanos con más talento e imaginación que hay ahora mismo. Es impresionante como está escrito ésto. Los diálogos son realmente brillantes, incluso casi estremecedores en los pasajes más emotivos. Sí, emotivos, a pesar de que estemos hablando de una obra clasificada en el género del terror sobrenatural. Yo no quiero ponerle una etiqueta a algo tan lleno de humanidad y de personajes que son Personas. Está hilvanada por una red literaria que abarca siglos de la historia de una familia muy especial y su mansión, Keyhouse, situada en una especie de archipiélago del estado de Massachuttses que se llama Lovecraft (obvio homenaje al escritor padre del horror cósmico). Es un engranaje perfecto. Casi me cuesta pensar todo el trabajo y el esfuerzo llevado a cabo para crear algo así. Una narración que se olvida de lo lineal para saltar a ciertos momentos con una maestría insuperable.
Y ese esfuerzo también es de Gabriel Rodríguez, el dibujante. Palabras mayores. La historia no hubiera sido la misma sin él. Sus personajes están llenos de vida, desde sus expresiones hasta sus movimientos. Es muy emocionante este chaval dibujando. Con su formación de arquitecto se empeñó en diseñar cada rincón de la casa (importante, pues hay que pensar que la casa es uno de los protagonistas), para saber situar en cada momento a sus habitantes y amigos... y enemigos. Hay páginas planificadas de forma que sobran los diálogos para entender qué se están diciendo. Es un maestro de la narración gráfica.
Todos, todos los premios que se ha llevado esta genialidad están más que merecidos.Y me parece sumamente gozoso el descubrir y leer algo así.
Estoy enamorado de este cómic. 




















viernes, 6 de noviembre de 2015

Alan Moore y los campos inabarcables de la narración.

"El Arte, en su verdad humana, toca lo universal. Al ver el Arte, reconocemos un pensamiento que teníamos pero que no podíamos pronunciar, estamos menos solos. La escalofriante sensación de que sólo somos uno."

"Nos elevamos en el pulso y nos derramamos, en la mecha y el flujo.
En el día.
Y es Ahora, y estamos destilados por su calor, y es Ahora para siempre.
Y salimos a las calles al rojo blanco de Sión.
Y en su radiación, nos conocemos a nosotros mismos."

"Escribimos palabras exquisitas, y creemos que jugamos al juego maestro, y todo el tiempo son sólo serpientes y escaleras."
[Alan Moore; Serpientes y Escaleras; 1999]

Alan Moore es un genio, un visionario, un ser que me ha enseñado lo que es el poder de la narración en estado puro. Es alguien que agarró las palabras por su espina dorsal y las destrozó para después recrearlas a su antojo. Un creador irrepetible (como Roberto Bolaño, otro escritor-isla) al que no le resultó muy difícil hacer saltar por los aires la narrativa de los cómics, allá en los 80, para demostrar que cualquier vehículo narrativo es perfecto si se tienen ideas. Sus obras han revolucionado la historia del cómic y se han llevado a la pantalla en muchas ocasiones sin que su nombre aparezca en los créditos y, por consiguiente, sin ganar una simple moneda por ello. Simplemente porque piensa que si una narración está escrita en un formato en concreto así debe permanecer. Y se podría discutir mucho sobre eso, pero lo cierto es que hablamos de alguien que no se vende ante el oro fácil.
Ha escrito novelas que son como pozos de opio en los que todo fluye de forma perfecta. En el mundo del cómic es el padre de John Constantine, Miracleman, Watchmen, V de vendetta, From hell, Neonomicón... y un gran etcétera de obras que han inundado mi imaginación con historias tan imposibles como perfectamente milimetradas. Cuentos de plenilunio que parecen asomar de una mente alucinada y que nadie, nadie, podría escribir con esa exactitud y esa emoción.
Nadie escribe como él. Nadie puede elaborar una historia tan inmensa y extrañamente conectada, con una estructura tan perfecta como extraña, como él.  
Tened cuidado si os cruzáis con un tipo de largas melenas y mil anillos protegiendo sus dedos porque puede que sea Alan Moore, y con una simple idea es muy capaz de volcar el mundo del revés.
Eso, eso es un escritor. Alguien que sabe conjurar los misterios de la eternidad para que nuestra imaginación explote en cientos de ángulos afilados.

martes, 3 de noviembre de 2015

Juro que vi un pequeño diablo oscuro saltando de tejado en tejado. Yo estaba asomado a la ventana exhalando humo y lo pude ver.
Se situó detras de mi y extendió sus zarpas delgadas como alfileres y afiladas como con dientes de marfil. Extendí los brazos hacia arriba, sujeté su cabeza, la atraje muy cerca de mi y le susurré muy rápido:
Mira como se oculta el sol, ahí, a un paso de nosotros, como si nos olvidara y decidiera dejarnos a nuestra suerte. ¿Y qué son esas explosiones de luz que tiñen el vientre de las nubes? Mira, observa...
Lo sujeté más fuerte pues sentía su aliento enfurecido en la base del cuello. Me sentía tranquilo, concentrado, dispuesto a apretar más.
Entonces, justo en el momento en que el sol segaba milímetros de la superficie del mar con su último tajo, mi piel se tensó al sentir el gotear de la cera caliente mordiendo mi hombro.
El pequeño diablo oscuro lloraba sin dejar de apartar la vista del horizonte encendido en llamas.

domingo, 1 de noviembre de 2015

2 Cosas

1. Se que me puedo volver un poco pesado cada vez que descubro una música que me taladra por dentro. Ya lo hice con Dorian Wood y vuelvo a hacerlo con otro predicador que tiene la manía de llamarse Father John Misty. Y es solo porque descubro muchas músicas que me fascinan, pero que te toquen el alma, y eso lo sabemos todos pues es bien fácil traducirlo a cualquier ámbito de nuestras vidas, eso solo ocurre cuando los astros se alinean de una forma perfecta. Es simple cuestión de entusiasmo y de querer compartir las cosas que me hacen sentir; nada más, tan simple como eso.
Ahora quiero decir una cosa que es muy íntima para mí. Me resulta imposible estar en ningún lado, de los muchos lados que coforman nuestros mundos, sin que me persigan las canciones del último humanoide que he mentado. A veces me dan cierta tregua, pero suele ser un engaño para que, al doblar cualquier esquina, vuelvan a saltar sobre mí como criaturas que solo buscan las pequeñas explosiones que hacen temblar las calles que pisamos.
Sí, lo tengo muy claro, Father John Misty es alguien en posesión de un talento tan arrebatador que me interesa, y mucho.
Incluso no estaría mal relatar cierto encuentro que tuvimos en un puente, mientras el campanario de la iglesia gemía un sonido que instaba a que los pecadores se refugiaran en sus tabernas y prostíbulos.
Yo creo que dije: ¡Como se te dé por suicidarte, morirte de sobredosis, hacerte vegano o, lo que sería peor, que tus futuras composiciones no fueran capaces de acertar en la herida que nos hace alegres y tristes.... Si cualquiera de esas cosas ocurriera... Pues... Pues... Joder, pues que sepas que me quedo con tu cara y se donde vives y... ¡Que te reviento!
Él dijo: Es probable que haga lo que esperas o puede que no.
Y se piró por ahí, el muy subnormal, introduciéndose en una especie de bruma que estaba casi como congelada en el aire. ¿Habrase visto tamaña desfachatez?

2. Un cómic que me hace arrastrar los huesos por sus páginas. Cuando lo acabe no me quedará otra opción que tratar de escupir ciertas impresiones aquí. No creo que lo pueda evitar.
Empecé a leerlo hace tiempo y ahora me he propuesto acabarlo. Simplemente porque ya me han arrastrado esas páginas al interior de una mansión que oculta llaves y puertas.
Se llama Locke & Key. El escritor es Joe Hill (hijo de Stephen King; dato irrelevante) y el dibujante responde al nombre de Gabriel Rodríguez.
Es muy, muy difícil diseñar una historia como esta, que abarca muchos años en su narración, y que todo cuadre de una forma tan fantástica que continuamente te esté sorprendiendo lo que lees. Y que te emocione enfrentarte al siguiente capítulo pues sabes que vas a penetrar en otro mundo. 
Por supuesto que también me tomé algo con ellos en un bar del muelle construido con madera que las algas habían aceptado como su casa.
Yo creo que dije: A vosotros no os voy a montar la bronca porque me falta bien poco para acabar vuestra narración de furia, vientos, misterios y seres humanos. Y, sin conocer el final, mis sentidos ya están complacidos, muchachotes.
Y ellos dijeron: Es muy probable que la historia se acabe desarrollando como tú quieres o puede que no.
Y se largaron por ahí, los muy subnormales, desvaneciéndose en el trocito de luz que pestañea en el horizonte cuando el día se rinde.

Solo eran dos cosas...