Vamos a empezar diciendo lo primero que se me pasó por la
cabeza al acabar de leer esta serie con ojos empapados en lágrimas. Voy a
echar de menos a Ty: inteligente, sensitivo, alguien que asume (sin
quererlo, incluso negándolo) la tarea de ser el protector de su familia
tras el brutal asesinato de su padre Rendell. A kinsey, la adolescente
rebelde llena de lágrimas y rabia que, literalmente, consigue arrancar
de su cabeza. A Nina, refugiada en el acohol tras perder al hombre de su
vida. A Bode, un pequeño mequetrefe devorado por la curiosidad. A
Duncan, el tío que siempre sabe encontrar la palabra exacta. Ellos son
los Locke. Una familia destrozada que se refugia en Keyhouse, la mansión
casi eterna que, desde hace siglos, está ligada a ese apellido. Una vez
allí Bode empieza a encontrar llaves que pueden transformar la realidad
al usarlas en las puertas de la mansión. Y más aún: puedes abrir la
cerradura de tu cerebro para extraer todos los pensamientos que no
necesitas.
¿Cómo es posible ésto? Vale, abajo, en las cavernas
de la mansión ahora inundadas por el mar, hay una puerta. Una entrada a
otro plano de la realidad corrompido por la maldad en estado puro, por
algo que sólo mirarlo durante un instante sentirás la belleza infinita
de ser poseído por uno de los hijos de Leng. Si abres la puerta durante
un instante y no miras lo que hay más allá, el ser del otro lado se
muere al no poder poseer a nadie, dejando un cadáver que se transforma
en el Metal Susurrante. De ese elemento se han forjado todas las
llaves. Pero, hace muchos años, uno de estos seres corruptos penetró en
el interior de Dodge. Uno de los mejores amigos de ese padre cuya
ausencia ahora pesa como una losa. Un muchacho que estaba habitado por
la luz. Y, desde ese momento, va a estar ahí siempre, acechante,
maquinando, haciéndose amigo de la familia para conseguir la llave
Omega, la que abre la puerta a ese otro mundo para que salga toda su
raza enferma y fanática y que moldeará nuestra realidad a su antojo
torcido.
Hay una llave que, al atravesar la puerta en cuya
cerradura la hemos utilizado, hace que tu espíritu se desprenda del
cuerpo. Otra llave que, si la empleas en el carillón de las escaleras,
puedes ver cualquier evento pasado en la mansión, como una máquina del
tiempo que te permite ajustar la fecha a la que quieres viajar. Hay una
para activar la Corona de Sombras, con la que puedes gobernar las
sombras de los pliegues de la mansión Keyhouse como si fueran seres
vivos. Una llave para cambiar de sexo. Otra para transformar el color de
tu piel. Está la llave Dondesea. La que abre el Mueble Reparador donde
lo que se introduce se reconstruye; puedes salvar la vida de alguien o
traer el alma del padre muerto cuando, Nina, su viuda, en un arranque de
alcohol y desesperación, mete la vasija con sus cenizas en el interior
suplicando entre lágrimas que vuelva.
Enumerarlas todas haría que acabara en la cabaña del pozo donde reside el Eco.
Así que prefiero decir que Joe Hill es, desde ya, si antes me cabía
alguna duda, uno de los jovenes autores literarios Norteamericanos con
más talento e imaginación que hay ahora mismo. Es impresionante como
está escrito ésto. Los diálogos son realmente brillantes, incluso casi
estremecedores en los pasajes más emotivos. Sí, emotivos, a pesar de que
estemos hablando de una obra clasificada en el género del terror
sobrenatural. Yo no quiero ponerle una etiqueta a algo tan lleno de
humanidad y de personajes que son Personas. Está hilvanada por una red
literaria que abarca siglos de la historia de una familia muy especial y
su mansión, Keyhouse, situada en una especie de archipiélago del estado
de Massachuttses que se llama Lovecraft (obvio homenaje al escritor
padre del horror cósmico). Es un engranaje perfecto. Casi me cuesta
pensar todo el trabajo y el esfuerzo llevado a cabo para crear algo así.
Una narración que se olvida de lo lineal para saltar a ciertos momentos
con una maestría insuperable.
Y ese esfuerzo también es
de Gabriel Rodríguez, el dibujante. Palabras mayores. La historia no
hubiera sido la misma sin él. Sus personajes están llenos de vida, desde
sus expresiones hasta sus movimientos. Es muy emocionante este chaval
dibujando. Con su formación de arquitecto se empeñó en diseñar cada
rincón de la casa (importante, pues hay que pensar que la casa es uno de
los protagonistas), para saber situar en cada momento a sus habitantes y
amigos... y enemigos. Hay páginas planificadas de forma que sobran los
diálogos para entender qué se están diciendo. Es un maestro de la
narración gráfica.
Todos, todos los premios que se ha
llevado esta genialidad están más que merecidos.Y me parece sumamente
gozoso el descubrir y leer algo así.
Estoy enamorado de este cómic.