Una cosa que me encanta (entre las miles que me hacen amar la
Música), es comprobar que ciertos artistas que han contribuido a crear
la banda sonora de mi vida siguen en la brecha, persiguiendo esa estela
de luz que es la creatividad.
Y, entre muchos, Jason
Pierce ocupa un lugar muy especial. Superviviente de esa banda esencial
que revivió la llama de la psicodelia en los ochenta: Spacemen 3. Y, en
la actualidad, capitaneando el proyecto denominado Spiritualized desde
principios de los noventa.
Ni las drogas ni las modas (que a
veces son cosas parecidas) han logrado derrumbarle. El nuevo disco de
Spiritualized, llamado And Nothing Hurts, es una efervescente odisea
musical que resplandece como una mañana de verano. Un despliegue de
cuerdas, vientos, voces, instrumentos eléctricos, percusiones y magia,
al servicio de unas composiciones absolutamente redondas. Un mundo
sonoro de orfebrería y algo similar a la hipnosis (marca de la casa) que
siempre funciona y nunca defrauda.
Tras tantos años es dulce
comprobar que la llama no se apaga y que sigue explorando en esa especie
de luz cósmica en donde es tan fácil flotar.
Un deseo para estas navidades: ver, de una maldita vez y vestido con la sangre de Papá Noel, a Spiritualized en directo.
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