viernes, 1 de septiembre de 2017

Un tipo llamado Tom.

Si tuviera que escoger a uno solo, de entre todos los artistas musicales que alguna vez han significado algo para mí, no dudaría en quedarme con Tom Waits.
Yo no soy mucho de ídolos ni de ser acólito de nadie. Hay músicas que siempre van a estar ahí y otras que voy descubriendo y que se van incorporando a la banda sonora de mi vida (la curiosidad siempre me acompaña y ruego a los dioses para que no me abandone nunca).
Pero este personaje, nacido en Pomona, California un 7 de Diciembre de 1949, es casi como una parte de mí. No lo puedo evitar ni quiero hacerlo. Y, desde mi punto de vista personal, sinceramente creo que no existe nadie que supere esa colección de discos que son como peldaños de una escalera que, espero, tarde mucho en detener su ascenso.
En 1973 publicó su primer disco, Closing Time, un eslabón perdido que no conocía entero. Y es inevitable estremecerse ante un chico de 23 años que utiliza sus influencias (country, jazz, rythm & blues, etc) para comenzar a desarrollar un universo creativo que nadie podía imaginar a donde llegaría.
Es casi inexplicable escuchar una canción como ésta, leer su letra, estremecerse y tratar de comprender cómo alguien tan joven es capaz de una madurez tan desbordante.
Siempre lo he tenido muy claro; yo sería un gran cliente de un bar donde suene Tom Waits.

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